3 de Septiembre – Sieso de Jaca
Después de una noche de tormenta, fuimos, poco a poco, saliendo de nuestros sacos, cual mariposas del capullo. Aquella mañana nos preparaban el desayuno las vecinas del pueblo, así que todos los grupos estábamos libres de tareas. Para las 9:00 nos juntamos a desayunar. Era el momento de coger fuerzas, porque aunque no tocase pedalear, nos esperaba una mañana de trabajo «de oficina». Una vez cargados de energia cada grupo de comunicación se puso manos a la obra para revisar lo que había quedado retrasado y dejarlo todo listo. Como bien sabréis uno de los grandes objetivos de Rural Forks era hacer llegar a más gente las iniciativas y proyectos que visitamos, y, por ello, el trabajo de comunicación fue de los más importantes durante todo el trayecto. Tuvimos tres grupos de trabajo: por un lado el grupo que se encargó de tener las redes sociales activas. Por otro, el grupo podcast, que recogió nuestras andanzas en formato audio. Y por último, el grupo web, quienes dieron forma a las infografías de cada iniciativa visitada y recogieron la ruta dia a dia en los cuadernos de viaje.
Trabajando se nos hizo la hora de comer. Nos acercamos para comer de nuevo en el comedor común junto a las vecinas y demás visitas. Antes de empezar las dinámicas de cierre final, nos dio un poquito más de tiempo para acabar el trabajo.
Y al final, llegó el momento para la evaluación. La primera dinámica la comenzamos con unas cartas Dixit, compartiendo lo que la experiencia había significado para nosotros. Seguimos rellenando el formulario para evaluar el proyecto y aportar información para futuras ediciones. Tuvimos la oportunidad de que, mediante una dinámica, cada cual creara una poesía que resumiera el viaje y, para rematar, creamos una red que recogía los pensamientos de todas. Entre alguna lágrima que otra, el sentimiento general fue de gratitud, aprendizaje y mucha energía. Cerramos la tarde con un brindis antes de irnos a por la última cena.
Por la noche, los vecinos se animaron a encender una hoguera. Alrededor del fuego y al son de la guitarra, cantamos, bailamos y dimos palmas de felicidad. Porque como dice la canción, “si no podemos bailar, cantar ni amar, esta no es nuestra revolución”. Este broche final fue mejor que cualquiera que pudiéramos haber imaginado, que suerte la nuestra. Nos despedimos con la convicción de que pronto volveríamos a abrazarnos, y juntas hacer brotar todas las semillas que se plantaron en este camino, que no dejará de ser el inicio de un gran viaje.