Visera y pedal hasta Castrillo del Val
Buenos días,
Hoy volvemos a escribiros desde Agés, ya con las bicicletas preparadas y con algunos kilómetros a la espalda.
El día ha empezado pronto con el cantar de las golondrinas y la oscuridad de un cielo tapado por las nubes. Una vez entradas en calor, nos hemos puesto en marcha. Poco a poco hemos ido cogiendo confianza, con nosotras mismas, con la bicicleta y entre nosotras (que también es importante).
Después de esquivar unas piedras y varios cruces peligrosos, hemos llegado a una tierra mágica: Magea, donde nos
esperaban personas con mucho que enseñar y mucho por aprender. Ibone, una de las socias de esta cooperativa, nos ha explicado el funcionamiento e inicios de Magea, una escuela de educación activa. Desarrollar un proyecto pedagógico totalmente diferente a lo acostumbrado en la zona no iba a ser fácil. ”Como no existía, había que crearlo” fue el lema que movió a un grupo de familias a crear este proyecto en formato de cooperativa. Para ello tuvieron que buscar espacio y maestras que acompañasen a sus peques. Con el tiempo, la gestión pasó a manos de “las profes”: Ibone, Arantxa, Lorena y Sofi, quienes han conseguido comprar el edificio que alberga escuela y dar continuidad.
La organización de las aulas está dividida en tres, dando lugar a grupos de distintas edades con una intención: crear sinergias y relaciones reales entre infantes. Su método de enseñanza se basa en el aprendizaje a través de la experiencia, la exploración, la resolución de problemas y la colaboración.
No solo sus clases llenas de material didáctico nos han sorprendido, sino también su espacio rodeado de naturaleza. Las maestras de la escuela nos han preparado una actividad para disfrutar con niños y niñas. Hemos descubierto todas juntas monumentos de algunas de las ciudades de donde venimos. Después de coger energía con algo de fruta preparada por los más pequeños (nos hemos fiado porque ya teníamos hambre), hemos vuelto a la bici para seguir la ruta.
Al llegar a Castrillo del Val, siguiente parada en nuestra ruta, hemos hecho una parada para comer. Después nos ha recibido Salva para introducir Salvana, su iniciativa basada en la agricultura ecológica. Salva decidió romper con la agricultura convencional y lleva más de 40 años dedicándose al cultivo de leguminosas, alholvas, lentejas y alubias, junto con su hijo Iván y su mujer Ana. Ha destacado que esta propuesta no tuvo buen reconocimiento por parte de los agricultores vecinos que apuestan por otro modelo de agricultura. Nos ha enseñado uno de sus campos donde él y su hijo estaban cosechando leguminosas mientras reflexionábamos sobre el problema actual con el relevo generacional. Nos ha motivado a emprender en el campo con su alegre “arranca morena”.
Con los ánimos de Salva, hemos podido hacer la subida de vuelta y llegar al albergue de nuevo (aunque para Ana, una de las coordinadoras, íbamos con ritmo de Verano Azul). Con tiempo para descansar y un buen plato de lentejas, hemos evaluado el día de hoy.
¡A ver qué nos espera mañana! (seguramente agujetas).


