Día 8. Érase una vez un olivar ecológico

Berbinzana – Artajona – Allotz | 40.7 km

Hoy nos hemos levantado en Berbinzana y, tras desayunar los melocotones que nos habían traído los agricultores del pueblo, hemos tomado rumbo a Artajona. Hemos recorrido 11 km por carretera, superando alguna que otra cuesta. A la vez que van pasando los días va pesando el cansancio, pero aún así el ambiente que se respira entre nosotras sigue lleno de ilusión. 

Al llegar al pueblo nos esperaban un par de kilómetros de subida hasta la finca de olivos de la empresa local Elkea. Ahí nos esperaban David y Rebeca con unas tostadicas de su aceite ecológico artesanal, el cual realizan con variedad o bien Arróniz o bien Arbequina. Las hemos acompañado con su zumo de manzana Reineta, que es típica de aquí. Una vez recuperadas las energías nos han explicado cómo su modelo productivo se centra en la diversificación de cultivos en frutales, olivos y cereal, todo en ecológico. Para evitar los intermediarios ellas se encargan de la venta, la cual tienen claro cómo debe ser: directa y local. 

Este proyecto se sustenta sobre los pilares de la sostenibilidad ambiental y social a través de la agroecología y el trabajo colectivo. Además, Rebeca nos ha contado que ellas apoyan la idea de la economía solidaria y poder generar un microsistema sostenible a pequeña escala. Trabajando desde lo colectivo, ellas están involucradas en Elkeamuchos proyectos como Ekoalde, un centro de acopio de comida ecológica que surgió de la necesidad de proveer comedores de colegios de Pamplona. También participan en el Ekomercado, que se da el primer sábado del mes en Geltoki, en Iruña, y son socias de Hazialdeko, una cooperativa de cultivos extensivos ecológicos navarros. 

Tras esta inspiradora conversación, nos hemos marchado a comer en una chopera cercana al río, aunque las moscas no nos han dejado echarnos la siesta hemos podido compartir un tiempo entre nosotras de calidad. Con las tripas llenas y un poco de modorra, para que mentir, hemos retomado el camino de Artajona a Alloz. 

Hemos recorrido 27 km, aunque con unos repechones que nos han hecho sudar la gota gorda, aún así con el grito de “A POR ELLO” hemos superado el reto. Al llegar a Allotz la gente del pueblo nos ha abierto su sociedad, un bar autogestionado muy común en el norte.

Hemos disfrutado de unas cervecitas y hemos limpiado la ropa en el antiguo lavadero del pueblo. Para acabar el día hemos cenado a la fresca mientras jugábamos a algún juego y hacíamos una dinámica de evaluación.





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