Día 8. Un melocotón que sana el corazón

¿Os acordáis de que un día llovió un poco? Pues hoy, el triple. De hecho, hemos iniciado la ruta dos horas más tarde. Peeeero hemos aprovechado para jugar juegos de mesa y compartir experiencias vitales. Una vez el cielo nos ha dado una tregua, hemos ido en los tres grupos habituales de pedaleo y nuestro primer destino de hoy ha salido Calanda, municipio donde hemos visitado a Javier Franco, el único agricultor de melocotón ecológico de denominación de origen Calanda en Calanda. 

Tras un accidente que le permitió reposar como nunca lo había hecho, se preguntó la importancia de la agricultura ecológica dentro de un futuro sostenible. Con el apoyo de Francisca, su mujer y su cuñada Maria José, se iniciaron en el complicado y apasionante mundo del melocotón ecológico. Para que nos entendamos, este frutal conlleva un cuidado muy personalizado, donde hay que tratarlos uno a uno tanto en la maduración como en la cosecha y la puesta en cajas. Javier nos explicó con ejemplos visuales cómo conservar la variedad de su melocotón, ya que él mismo hace los injertos. Nos explicó cómo la raíz, llamada patrón, es de otra especie de planta que puede ser almendro, ciruelo, híbridos como el jeprone… Que tienen propiedades antifúngicas y aguantan el estrés hídrico mejor, entre otras. El patrón se elige en función del tipo de suelo, fauna y meteorología. Y luego se injerta la variedad de melocotón que a Javi le funciona. Nos mostró un ejemplo de cómo se injerta con la técnica del corte de T. El patrón crece un año hasta que se le puede injertar las ramas de melocotonero. Luego, esperan otro año a que cure y se trasplanta la raíz recubierta. Se cortan las raíces un palmo y se plantan  del tiesto a tierra. Tardan todavía dos o tres años en dar fruto, y cinco en cubrir los gastos.

Una curiosidad muy curiosa es que el melocotonero necesita entre 100 y 120 horas para reposar. Si esto no se cumple, se puede llegar a producir malformaciones y caídas prematuras de fruta porque la savia no sube con fuerza. Tampoco aguanta las temperaturas por encima de los 32°C y sufre mucho estrés térmico. En ecológico, sólo entre un 18% y un 25% de la fruta va a zumo por no cumplir los estándares de belleza (¡qué tiquismiquis!), gracias al cuidado individualizado hacia cada melocotón. Sin embargo, en convencional, un 50% acaba yendo a zumo porque como se hace casi todo con maquinaria, hay más riesgo de daños en la fruta.

Pero toda historia feliz, tiene su rival: el pulgón. En cualquier campo de melocotoneros, hay una movida que flipas. Por un lado, las hormigas se alían con el pulgón ayudándolo a desplazarse de rama en rama. El pulgón chupa la savia y la hormiga se zampa la melaza que produce el pulgón, una simbiosis ideal. Por otro lado están las protectoras del árbol: las mariquitas, algún pajarillo, crisopas y sírfidos (Javier Franco es team mariquitas que comen más jeje). Esto en agricultura convencional no es problema porque se echa plaguicida de forma sistémica y el veneno sube por la savia hasta el bicho. No obstante, la agricultura ecológica no puede usar estos químicos de síntesis, como ya sabemos, así que Javier tiene que buscarse la vida para conseguir matarlos. Le permiten aplicar cobre, azufre y jabón potásico, y poco más. Al final, acaban con ellos a base de frotar el tronco. A Francisca es lo que menos le gusta.

Otra curiosidad es que Javier se asegura de que el melocotón se saque del árbol en su punto de maduración, por lo que dan cinco chequeos de forma manual por melocotonero para ir recolectando en su punto, ya que hay 20 días de diferencia entre el primer melocotón del árbol y el último. En convencional, se suelen recoger en dos tandas y se suele comer la fruta verde y madurada fuera del árbol. Además, embolsan los melocotones uno a uno a mano y como no se usan tóxicos, esa misma bolsa sirve de cama para la caja.

Por último, Javier nos contó su visión del sistema agroalimentario y las dificultades que tienen los pequeños productores para hacerse un hueco entre las multinacionales. Muchos fondos de inversión compran grandes extensiones de tierras para industrializar la agricultura con la ayuda de fitosanitarios. Mientras él, al ser pequeño agricultor, se encuentra con trabas administrativas continuamente. El relevo generacional desaparece en el 90% de las explotaciones y a él mismo no le gustaría que sus hijos se dedicaran a ello porque es muy sacrificado. Él lo hace con el corazón en la mano e incluso se emocionó mientras sujetaba su melocotón y todo el esfuerzo metido en él. 

Javier Franco vende su producto a la cooperativa La Calandina, aunque está empezando a vender online. También tiene una cuenta de Instagram llena de fotos de la huerta preciosas, muy profesionales y con mucho detalle!

Esperemos que su historia y su pasión os incite a comprar sus productos, que son de lo mejorcito que os podéis encontrar. Textualmente nos dijo “Enveneno menos que el resto y eso me hace feliz.” . ¡Hala, un abrazo!



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