El día comenzó con unos cuantos despertadores pospuestos. Se notaba cansancio, quizás por ser el primer día después del pedaleo, o porque era el primer día durmiendo en esterilla. Algunas, fueron a la clase de yoga organizada gratuitamente por el WIM, mientras que otras, optaron por alargar unos pocos minutos más de sueño.
Tras nuestra primera toma de contacto con el camping gas, logramos preparar el desayuno. Pudimos espabilar un poco con el juego del director: uno de los muchos energizers de la ruta, para poder coger los grupos de comunicación con ganas. Las primeras dos horas del día se enfocaron a conocer y conversar con la gente de Frías. Recopilación de testimonios del Festival What is Music-WIM.
Tanto voluntarios que ayudan a organizarlo, residentes que conocen el festival desde sus comienzos, artistas que vienen a visibilizar su arte e incluso familiares de artistas y organizadores que repiten experiencia, nos dedicaron unas palabras. En todos los discursos, pudimos apreciar lo mucho que la gente valora el WIM. Un festival, con el objetivo de compartir, vivir y apreciar el arte, abrir mentes, convivir en comunidad durante 10 días, en los que la diferencia de edad es una ventaja de la que aprender, más que un inconveniente. ‘Este festival tiene el propósito de vivir el momento’, nos confesó la madre de Blanca, saxofonista del festival.
En el WIM no hay distinción ninguna, y ayuda a mantener también el mundo rural vivo, ya que es una forma de dar a conocer Frías y la zona, reflexionar y plantearse un posible estilo de vida en el campo, más allá de la ciudad. En el ambiente, se respira cariño y bondad entre gente que se acaba de conocer; elementos que son necesarios en la convivencia y en la integración del grupo. Al final de los días de festival, aquello parece una gran familia, una gran comunidad. Además, por testimonios, sabemos que la gente sale del festival con motivación para dedicarle tiempo al arte, e incluso con ganas de volver el año siguiente, según nos decía Txelo: ‘cuando acabó el WIM el año pasado, mi sobrina se apuntó a la escuela municipal para estudiar trompeta con la cual empezó a apasionarse en uno de sus talleres infantiles’.
Es el octavo año que se organiza, y desde su comienzo ha habido evoluciones, según lo que algún local nos ha podido transmitir. Todo mediante la comunicación entre organizadores y residentes de Frías. Es verdad, que como en todo festival, hay algunos vecinos que lo viven con algo de incomodidad. Son 10 días de mucha intensidad donde el pueblo mismo cambia de personalidad. Sin embargo, como Pablo -organizador del WIM- nos contó, existe un constante diálogo con la gente de Frías, y cada año intentan integrar más sus voces para seguir mejorando en la organización.
La recopilación de testimonios no termina ahí, ya que acto seguido pudimos escuchar las explicaciones de la Asociación Mujeres Luna y el Colectivo Memoria Viva de los Pueblos. Junto a la sombra de un tilo, aprendimos de estas iniciativas muy enriquecedoras. Mujeres Luna, es una asociación de mujeres de Frías, que buscan moverse, hacer diferentes actividades y pasar tiempo juntas, aprendido las unas de las otras, fuera del típico plan convencional de tomar algo en el bar jugando a cartas. Sentimos el orgullo y satisfacción que estas mujeres empoderadas tienen en cuanto a lo que la asociación está consiguiendo, que son muchas actividades.
En cuanto a Memoria Viva, su objetivo es llevar a cabo una creación colectiva de temas importantes e ideológicos, para luego representarlo en algo material y que tenga impacto. Que sirva para que los jóvenes tengan algo que escuchar y pensar: ofrecer recursos para formar un pensamiento crítico. Para ello, tienen muchísimos proyectos en marcha, y colaboran con múltiples asociaciones del territorio, como por ejemplo la Asociación Mujeres Luna, con quienes están organizando un musical sobre la mujer en la España vaciada.
Después de nutrirnos de tanta gente con pasión por la acción, comimos en bandejas metálicas, recordando viejos tiempos de niñez. Un baño a orillas del río Ebro, y asistimos a una charla de Itxi Guerra, activista anticapacitista. Unas horitas que nos sirvieron para darnos cuenta de una realidad que quizás algunas de nosotras nunca nos habíamos planteado.
Ya con menos calor, nos dedicamos a trabajar y recopilar toda la información recogida durante el día. Tuvimos nuestro momento de desconexión, antes de la cena, mientras escuchábamos un concierto de grupos rurales, en la plaza de Frías. Eran conciertos muy express, de una o dos canciones por grupo, por lo que pudimos ver una gran variedad. Toda la plaza estaba repleta de gente sentada en el suelo. Apenas había un pequeño caminito para dejar pasar a los transeúntes.
Tras el atardecer que vimos desde el castillo, devoramos unas pizzas con nombres peculiares (por ejemplo, Ponteguantes) y esperamos a que empezara el concierto de afrobeat -a cargo del grupo ‘Ogun afrobeat’- estilo de música que muchas de nosotras no conocíamos. Vibramos con la música, y disfrutamos de las vistas que el castillo nos ofrecía. El espectáculo tuvo lugar dentro del castillo medieval de Frías. Curioso lo que cambian los tiempos: lo que en su día fue un fuerte para proteger la ciudad, aquella noche se convirtió en rincón para nutrirnos de culturas diferentes. Fluimos con la música, bailamos y dejamos las vergüenzas lejos. Por un momento parecía que nos habíamos olvidado del madrugón del día siguiente. No mostrábamos intención ninguna de querer descansar. Podría decirse, que terminamos el día experimentando en carne propia uno de los muchos objetivos del WIM: vivir la diversidad cultural y compartir el momento.