29 de agosto. Uncastillo – Artieda
Nos tocaba el día más duro de toda la ruta. Fueron 60 km de pedaleo, con 1000 m de desnivel positivo. No habíamos hecho nada parecido hasta el momento y había integrantes del grupo que estaban nerviosos y preocupados con las dos grandes subidas y la larga etapa que nos esperaba. Pero empezamos con ganas, teníamos todo el día para darle al pedal y sabíamos que después de las subidas nos tocarían buenas bajadas para disfrutar y descansar. Por supuesto, teníamos claro que nadie se quedaría atrás y que con el apoyo del grupo toda cuesta se haría más amena.
Nos dividimos en grupos según velocidades para que cada una pudiera ir a un ritmo más ajustado a su nivel y pudiéramos hacer todas las paradas necesarias. El grupo uno salió lanzado y encaró la primera cuesta arriba con rasmia. A continuación, fueron saliendo los siguientes grupos, más calmados pero igualmente decididos.
La pendiente era fuerte, pero se hacía más amena con la conversación de los compañeros, las canciones y la contemplación del precioso paisaje que nos rodeaba. El tráfico era casi inexistente, lo cual agradecimos mucho. El paisaje invitaba a tomar buenos planos desde la furgoneta de apoyo de cada pelotón en plena subida. Alcanzamos la primera cumbre, hicimos una parada técnica y nos preparamos para la bajada que nos llevó directos a Sos del Rey Católico.
La bajada fue todo adrenalina. Bajamos por una antigua carretera, esquivando baches y plantas y sorteando las curvas con el cuerpo totalmente hecho bola para reducir al mínimo el roce con el aire. Al poco -¡qué poco duran las cuestas hacia abajo!-, llegamos al precioso pueblo medieval de Sos del Rey Católico. Buscamos un bar acogedor en el que tomar un refrigerio mientras nos volvíamos a juntar todo el grupo. Preparamos los bocadillos que nos sirvieron de alimento para el resto de la jornada.
Ya bien reposados nos pusimos en marcha para la segunda parte de la jornada. Teníamos que subir el puerto de Cuatro Caminos con una altitud de 848 m al coronar. De nuevo, el compañerismo, la conversación y una buena banda sonora, nos ayudaron a que la tarea se hiciera más amena. Antes de lo que nos esperabamos, ya estábamos arriba del puerto y a la entrada de la comarca de la Jacetania.
En la larga bajada que nos llevó desde el puerto de los Cuatro Caminos a las cercanías del embalse de Yesa, hicimos una parada en la localidad de Ruesta. Ruesta es uno de los pueblos que se expropió y abandonó forzosamente para la construcción del embalse de Yesa en los años 60, y que más adelante fue cedido al sindicato CGT para uso turístico. A día de hoy el sindicato mantiene en funcionamiento un albergue de peregrinos y un bar, aprovechando que por ahí pasa el camino de Santiago. El resto del pueblo está en su gran mayoría en ruinas. Aprovechamos para dar un paseo por las antiguas calles y subir hasta el castillo, que nos sorprendió por su belleza y por las bonitas vistas que nos ofrecía tanto del embalse como del valle.
Finalmente, cogímos de nuevo las bicis para hacer los últimos 10 km que nos separan de Artieda; por el camino nos rodeaban formaciones arcillosas que parecieran venir de alguna película de ciencia ficción. El último repecho fue exigente y la pendiente nos hizo jadear por última vez en esta dura pero satisfactoria jornada. El albergue nos recibió con abundantes duchas calientes y la oportunidad de lavar nuestra ropa. Todo un lujo. La bien merecida cena no se hizo esperar y cenamos en el restaurante del albergue.
Con los estómagos ya bien llenos, pasamos las últimas horas de la noche contándonos adivinanzas, poniendo a punto nuestras tareas de comunicación y realizando un bordado colectivo de una bandera de Rural Forks que iría en el remolque de Fran y que sirvió como estandarte para los días que restaban en nuestra ruta. Próxima parada, Santa Engracia de Jaca.