Día 8. Desde el Monasterio hasta la rehabitada Ecoaldea

Amanecimos en Toba de Valdivielso. Ese día tocaba madrugar un poco más, ya que salimos a primera hora en bici rumbo al Monasterio de Santa María de Rioseco. Preparamos las alforjas y empezamos la marcha. Como teníamos que ir por carretera nos dividimos en grupos de 4-5 personas para ir con más seguridad. Una vez llegamos a Incinillas, nos encontramos por casualidad con Juan Ángel, promotor de la Mesa Eólica, iniciativa que visitamos al día siguiente.

Seguimos pedaleando, pero esta vez todas juntas en línea. Una vez llegamos al Monasterio de Rioseco, hicimos rio seco monasteriotiempo hasta la hora de la visita. Aprovechamos para ojear por dentro las ruinas y comprar algo para comer. Una vez llegó la hora, Elena nos mostró en profundidad el monasterio, contándonos todas las curiosidades que se saben sobre este monumento y cómo era anteriormente, cuando estaba en funcionamiento.

La asociación cultural, llamada Salvemos Rioseco, trata de recuperar y consolidar el Monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco, en el Valle de Manzanedo. Empezaron en el año 2008 con la recuperación de estas ruinas. Gracias a la voluntad de la gente, tanto de alrededores como de voluntarios que apoyan este proyecto, el monasterio va resurgiendo poco a poco de las ruinas.

Después de la visita y almorzar un bocadillo de chocolate que nos puso muy contentas, volvimos a coger las bicis para seguir pedaleando. Retornamos a Incinillas para coger otra carretera que nos llevó por los pueblos de Bisjueces y el Vado hasta llegar a Medina de Pomar.

Ya se nos hizo la hora de comer, por lo que aparcamos las bicis y nos pusimos a ello. Después de comer, algunas personas decidieron meterse al río Trueba a refrescarse, otras personas se fueron a tomar un café, mientras que otras se tumbaron un rato o se quedaron adelantando trabajo. 

A las 16:30, dos de las organizadoras del proyecto, una de cada asociación, tuvieron una entrevista en directo con la televisión de Burgos, dónde explicaron nuestro proyecto de Rural Forks. 

pablo ecoaldeaAntes de salir, rellenamos los botellines y unas garrafas de agua, ya que al pueblo al que íbamos a ir se encuentra en un momento de escasez de este recurso. Tomamos un camino de tierra rodeado de campos de girasoles para llegar al pueblo. Una vez allí, nos recibió Pablo, uno de los cuatro habitantes de Valmayor de Cuesta Urria. Él vive junto con su mujer (Eva), su hija (Ayla) y un amigo (Víctor). Allí, nos enseñaron el proyecto de la Ecoaldea que han construido desde que Eva se mudó a este pueblo hace 9 años con unos amigos gracias a la herencia que le dejó su padre, que fue la primera persona que decidió ir a vivir ahí y rehabilitar este pueblo.

Nos contaron cómo fueron los inicios y cómo es su vida en este lugar al que no llega el suministro de agua ni de luz. Ellos tienen acceso a los recursos que necesitan para vivir suministrándose del agua del río, con muchísimo trabajo y esfuerzo. Nos enseñaron las casas que han construído y el flexágono, una construcción realizada con paja y otros materiales nobles, que todavía no han terminado. También pudimos conocer la huerta de la que se autoabastecen y las colmenas que tienen.

Al terminar la visita, llegó la hora de la cena. Nos juntamos todos en una mesa iluminándonos con linternas y seguimos haciendo preguntas para intentar conocer todo lo posible sobre este proyecto. Una vez acabamos, llegó la hora de dormir. Unos inauguraron el flexágono esa  noche, y otros, en cambio, decidieron dormir al raso para poder observar las estrellas que se veían perfectamente gracias a la nula contaminación lumínica. 

Antes de cerrar los ojos, nos quedamos reflexionando sobre cómo es verdaderamente posible llevar este estilo de vida y ¡la ilusión con la que lo llevan estas personas!



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