Día 9. Día polifacético: energía renovable y agricultura sostenible

Diferente comienzo de día para cada una de las forkies. Algunas aventureras, durmieron al raso a la luz de la luna, otras se refugiaron en tiendas de campaña, y por último, las restantes optaron por quedarse en el flexágono que la Ecoaldea de Valmayor había construido. Por lo tanto, hubo forkies que amanecieron empapadas; otras secas pero con frío, y las más refugiadas, como siempre: calentitas y descansadas.

El día estaba nublado. Todavía no había llegado el sol a la Ecoaldea. Pablo, Eva y Víctor (habitantes bici hasta medinade la Ecoaldea) nos prepararon un desayuno maravilloso. Abrieron mermeladas caseras que habían preparado en 2018: naranja y calabaza, tutifruti y sauco. Además, tuvieron el detalle de prepararnos un pa amb tomaquet, con muchísimas especias, riquísimo, de chuparse los dedos, quizás, de los desayunos más especiales que hayamos podido tener. Tanto la compañía, como el trato que nos dieron, la comida, el entorno… todo fue un placer.

Recogimos con pena y prisa, ya que teníamos que partir pronto para poder acudir a la charla que teníamos con la Mesa Eólica de las Merindades. De la mano de Pablo, calentamos (rodillas sobre todo), preparando los motores para poder partir y comenzar con la pedaleada. La despedida fue muy bonita: llena de abrazos y agradecimientos por semejante acogida. La Ecoaldea siempre tiene las puertas abiertas para gente nueva. Son una comunidad muy trabajadora, y con ganas de vivir de una forma diferente. Muy interesante todo lo que tienen para contar, y todos los proyectos que están llevando a cabo. Se necesita mano de obra, así que os animamos a que si queréis ayudar, ¡os paséis por ahí!

Nos costó salir, y desde luego, salimos bastante tarde para lo que teníamos previsto. Aun así, llegamos muy puntuales, quizás por conocer ya el camino (las semejantes cuestas y pista de tierra que tuvimos que hacer) o por la necesidad de apretar porque no llegábamos. Aún así, a las 10:00 ya estábamos en el Instituto de Medina de Pomar.

mesa eolicaJuan Ángel, además de miembro de la Asociación de la Mesa Eólica, es también director y maestro del Instituto. Se notaba su experiencia de profesor: nos recibió con los pupitres preparados y con el proyector encendido. Nos mostró que la asociación busca la implantación racional de instalaciones eólicas. Para ello, han tenido que ser muy proactivos, esforzarse verdaderamente en presentar alegaciones a la administración, y luchar por conservar el medioambiente de las Merindades, que para él es tan preciado. Nos recalcó mucho la importancia de pelearlo desde el conocimiento. El problema no son las renovables, sino el uso y el modelo que se está haciendo de ellas. Apuestan por localizar la energía; que el centro de producción esté al lado de los sitios de consumo, y no a cientos de kilómetros. Como él nos dijo ‘las Merindades están explotadas energéticamente’ y aunque territorialmente sea más grande que Vizcaya, está muy despoblado, por lo que es una zona en la que no precisa de tanta demanda de energía. Como ellos dicen: ‘Energía eólica sí, pero no así’.

Después de terminar, volvimos a montar en nuestras bicis, y nos dirigimos al centro de Medina de Pomar. Allí, evento ateneo medinatendríamos (nosotras, las forkies) nuestra primera toma de contacto con el público en una charla en el Ateneo Café Universal. Cuatro participantes del grupo, explicaron el por qué de Rural Forks, la importancia de que la movilidad sea en bici y de que compartamos por redes, podcasts y blogs todo aquello de lo que nos estamos nutriendo y todas las iniciativas que habíamos visto hasta ese momento… Se acercó gente, y fue una hora en la que pudimos compartir, hacernos escuchar y hacer visibles todas estas iniciativas que estamos conociendo.

Finalmente, sobre las 14:00, terminamos la charla, y nos dirigimos al restaurante ‘El Molino’ a comer un menú del día. La llegada estuvo interesante, ya que nos perdimos un poco por el pueblo hasta llegar al destino. Disfrutamos de la comida, pero siempre teniendo en mente que nada más comer, debíamos salir del tirón, a las 15:00-15:30, hasta Villasante, a visitar la Huerta Los Robles. Hacía un calor del horror, teníamos todavía la comida en la garganta, pero había que pedalear otros 18 km. Por lo tanto, nos organizamos en grupos y marchamos cuanto antes pudimos. 

Todo el trayecto fue por la carretera nacional. Para nuestra sorpresa, pese a que haber salido nada más comer dificultó un poco la marcha, el viento dio una sensación de frescor, que en parte nos espabilaba. Sin embargo, el problema fue que el viento soplaba de todos los ángulos, excepto a favor. Las ráfagas se hacían notar, sobre todo cuando nos venían de lado, y entre el viento y los coches que pasaban, debíamos estar muy precavidas.

Llegamos y el recibimiento fue muy bonito. La Huerta Los Robles es un centro de salud y residencial los roblespara gente adulta con diversidad funcional y enfermedades mentales, y muchos de ellos nos recibieron en la entrada. Aquello es como un pueblo, tiene de todo, desde una huerta enorme, que no hace más que crecer, a un campo de fútbol, pasando por una granja con ovejas churras, cerdos y gallinas. El principal objetivo es que sus chicos sean felices.

Ya que el ‘pueblito’ era extenso y tenía mucho que ver, Teresa, la directora, nos acompañó y nos enseñó de manos de María (hija de Teresa y trabajadora que se ocupa de la agricultura) todo lo que están haciendo. El tour duró alrededor de una hora, y después de pasear por los alrededores, teníamos una sorpresa preparada para nosotras. Los chicos de la residencia nos iban a cantar unas canciones que habían estado preparando. Estaban nerviosos e ilusionados, y el concierto salió genial. Bailamos, cantamos, aplaudimos, nos emocionamos… Un momento entrañable, sobre todo viendo cuánto lo estaban disfrutando los chicos. Tuvimos rock español, rap, punk, verbena e incluso un maravilloso solo de saxo.

charla teresa los roblesPara terminar, nos despedimos de los chicos, ya que ellos tienen su horario y les tocaba la cena. Nosotras, en cambio, nos sentamos junto a Teresa formando un círculo. Teresa, en la visita a las instalaciones ya nos había explicado qué hacían en aquel lugar, pero no el porqué. Ese instante nos sirvió para hilar todo. El centro lo abrieron entre Teresa y su marido en los años 80, y desde entonces (hace ya 43 años), le han dedicado todo su tiempo. El marido era pedagogo y enfermero, y al ver que solo se atendía a este tipo de enfermedades en la infancia, decidieron abrir un centro para hombres adultos. Teresa nos dio su receta: las claves en esta vida son el amor y la paciencia, para que el aprendizaje sea eficiente. Como ella nos dijo ‘el cariño es lo único que cura’, y según su experiencia, puede afirmarnos que ‘la enfermedad más grande es la emocional’, por lo tanto, hay que cuidar esta parte y saber tratar con ello, y eso es a lo que se dedican ellos. Un discurso muy emocionante para muchas, con mucho de lo que reflexionar y aprender.

Para terminar el día, nos duchamos con agua fría, algunas valientes hasta se lavaron el pelo, cenamos ensalada y empanadas que nos habían preparado los chicos, una de verduritas, y la otra de verduras y huevo, deliciosas. Las empanadas eran grandes, y no sobró absolutamente nada.

Se notaba el cansancio en el ambiente, por lo que nada más cenar, muchas de nosotras nos fuimos a la cama. Al día siguiente, nos esperaba un gran día, y la última pedalada de todo el viaje, y descansar era importante, sobre todo cuando la noche anterior algunas forkies no habían dormido del todo bien.

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